Lema 2024-2025

En este curso 2024-25 vamos a celebrar algo tan grande como es cumplir 100 años de vida. Sí, nuestra Congregación de Esclavas de la Eucaristía y de la Madre de Dios está de enhorabuena. Y cumplir 100 años no es cualquier cosa… Es celebrar la vida, la entregada y la presente, y es el compromiso para seguir construyendo la misión otros 100 años más como mínimo.

Por eso, nuestro lema y logo de este curso nacen del lema y el logo del centenario de la Congregación.

 

Reflexión cartel lema 24-25: desde Jesús al mundo

Si nos fijamos en el 100, el número 1 se corresponde con el lema de este curso: “Desde Jesús al mundo”; el primer 0 está representado por un círculo dorado que es la Eucaristía, porque “sin la Eucaristía nuestro Instituto no tendría razón de ser”; y el segundo 0 está representado por el mundo.

Esos dos círculos tan unidos entre sí dan vida al lema principal, porque no nos acercamos al mundo de cualquier manera, lo hacemos acercándonos primero a Jesús Eucaristía, y de Él sentimos el impulso de ir al mundo para anunciar, con palabras y obras, su Palabra de vida para que muchos le conozcan de verdad (como hacía Madre Trinidad de pequeña cuando acercaba a otros niños a Jesús en el sagrario), y desde ahí transformarlo en aquello que Dios siempre soñó.

3 espigas en la parte derecha nos recuerdan todo lo sembrado desde aquel año de 1925 en Chauchina hasta ahora.

Es imposible que el grano de trigo dé su fruto si no cae en tierra fértil, se rompe y se abre al mundo. Hoy podemos recoger ese fruto porque las cosas se han ido sembrando respondiendo a la llamada de una vocación, a través del compromiso por la misión, haciendo las cosas con amor, en comunión con otros (formen o no formen parte de nuestro familia cristiana e institucional), y dentro de la Iglesia, a la que Madre Trinidad siempre escuchó con verdadero amor para responder a las necesidades del mundo a través de ella.

Muchos granos de trigo están en blanco y ahora podría ser un buen momento para hacernos dos preguntas y completarlos con otras palabras: ¿qué puedo aportar yo para que el fruto siga siendo bueno y abundante? Y, ¿qué he recibido de Dios y de los demás que está haciendo que mi vida esté creciendo fuerte y firme?

En la parte de abajo nos encontramos con un camino que va desde los comienzos con la fundación de la Comunidad de Berja hasta la Comunidad de Benín, por ahora el último lugar en el que la Congregación se ha hecho presente.

Este camino no ha sido fácil, no es recto, es un camino que en muchos momentos ha ido dando sus vueltas con la indecisión de no saber cómo terminaría. La certeza que tenemos ahora es que, sea como sea el camino, Dios siempre se vale de todo, hasta de las cruces, para que las cosas sucedan para el bien del mundo.

El camino recorrido, y el que nos queda por recorrer, se hace con el corazón. Por eso el camino es de color rojo y en momentos cruciales gira en forma de corazón, porque está hecho a través de muchas vidas entregadas.

Nuestro camino en forma de corazón roza el mundo, y por eso el mundo está rodeado de un halo rojizo que lo cubre. Con esta simbología queremos gritar que nuestra forma de comprender y construir un nuevo mundo es desde el amor a Dios y al prójimo.

Por último, si nos fijamos bien, podemos observar que de la Eucaristía se desprenden unos puntos de luz que no son otra cosa que “luciérnagas”.

Estas luciérnagas vienen de estar con Jesús en el sagrario y vuelan al mundo para llevar su luz e iluminar muchas vidas, sus oscuridades y sufrimientos, y también sus alegrías y esperanzas. Sabemos por nuestra propia experiencia que sólo con la luz del Señor es que las espigas de trigo (que es la vida del mundo) dejarán de estar secas para dar ese fruto abundante que el mundo espera de nosotros.

De esta forma, queremos poner en valor a todas aquellas personas que en el pasado fueron luciérnagas que acercaron muchas vidas a Jesús y que han hecho posible lo que hoy somos como familia Eucarística. Y, junto a ellas, ponemos en valor las luciérnagas que somos todos nosotros, que estamos llamados/as a seguir construyendo algo grande si fijamos los ojos en Él.

Arden, nuestros corazones siempre arden para ser luciérnagas que van dando su luz “desde Jesús al mundo”